Así que juntando toda mi fuerza de voluntad, al día siguiente me planté en la autoescuela a ver cómo iba la cosa.
-¡Hombre Pati, te reincorporas otra vez! - secretaria, con sonrisa de yaeshoradequelosaquesvagademierda.
-Sí, a ver si lo saco ya - yo, con una sonrisa más falsa que un billete de trescientos.
Entré en clase dispuesta a aguantar una clase mortalmente aburrida y esperar observando las señales que decoraban la pared, de las que supuestamente me tenía que acordar, pero me sonaban todas a chino. Esperaba a mi profesora de siempre, cuando al oír el sonido de la puerta, me giré, y ahí estaba él. Recién sacado de "La gata sobre el tejado de Zinc", el doble de Paul Newman me iba a dar clases de conducir. Y claro, yo así, no me concentro. En vez de concentrarme en los sistemas de frenado de un coche, la mente se me va a las utilidades que le podría dar al coche con Paul. Y no, no es conducir.
Creo que a partir de ahora me costará menos ir a clase... eso sí, lo de atender ya no lo veo tan claro.